sábado, 5 de marzo de 2011

ANTESALA

de Marta Zubieta

(última parte)




Comprendo que es inútil explicar nada. Como unos caramelos; abandono mi propósito –el triunfo de seis meses– y enciendo un cigarrillo. Una breve tregua me permite simplemente fumar, hasta que recuerdo una estación infernal y un tren macabro: La condición humana de André Malraux, vuelve a impresionarme de la misma manera como si acabara de leerla. El escalofrío recorre mi piel y soy igual a un perro husmeando el peligro. Ya no me importa una escena histérica, con tal de salvarnos aunque no sepa de qué.

En un último intento de serenidad vuelvo a sentarme, y esta vez, lo hago junto a un hombre que incomprensiblemente lee La Nación. Los titulares me son indiferentes hasta que una noticia atrae poderosamente mi atención: “se han escapado del Hospital Borda, cinco pacientes sumamente peligrosos y son buscados sin éxito”.
Entonces, un llanto más prolongado, un pedido de auxilio claro y súbitamente silenciado, el picaporte de la puerta accionado desde adentro sin respuesta, nos aterra a todos. Con alivio dejo en libertad mis aprensiones, mis certezas, que como pájaros alborotados, se instalan en el ánimo de los que quedan. Huimos al sol, a la vida; mi hermano, el hombre del diario y dos mujeres al borde del desvanecimiento. Corremos con Tomás como si fuéramos chicos hasta la salida del cementerio.
Mientras Tomás busca ayuda, miro el humo de la chimenea que me parece espeluznantemente negro y compacto.


Fin


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